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martes, 16 de abril de 2013

Marchar o no marchar he ahi el dilema




 ¿Por qué marcha usted? Era la pregunta más común el nueve de abril y la respuesta era  sorprendentemente diversa: Por las víctimas, por la paz, por la soberanía, para apoyar el proceso de La  Habana, por el poder ciudadano o en contra del secuestro.  La pluralidad de voces que marcharon ayer nos brinda una oportunidad para estudiar la marcha sin la carga ideológica que este tipo de acciones genera dentro de la opinión pública nacional.

Hay tres elementos que analizar: Lo primero a destacar es la pluralidad de los participantes. El Gobierno incluyendo sus  fuerzas armadas (con resistencias al interior), se proyectó ante la sociedad  nacional y especialmente la internacional como organizadora de la marcha; de otro lado el gobierno distrital, en cabeza del Alcalde Mayor, Gustavo Petro quien, ante la opinión pública, se instituyó como líder de la marcha sustentado en su plan de gobierno de inclusión y protección  a la víctimas. Junto a ellos, estuvo “la marcha patriótica”,  organización que se ha afianzado y extendido a nivel local y regional durante el tiempo de los diálogos de paz. Si bien es liderada por Piedad Córdoba, está conformada por un grupo de intelectuales y numerosas organizaciones de la sociedad civil antiguas y nuevas de diversas regiones del país creadas en la defensa de demandas distintas. No solo fueron instituciones nuevas, también estuvieron presentes  sindicatos, algunos partidos políticos, un sector de la MANE y  organizaciones barriales y ciudadanas, todas ellas con amplia experiencia en este tipo de repertorios de acción colectiva.

Sin duda hubo pluralidad en los participantes, pero también logró crear  una identidad. A pesar de la divergencia, pocos pueden dudar de la cohesión que se evidenció en la calle el 9 de abril. Aun así, es innegable la distancia ideológica de los participantes y esta llevó a acusaciones respecto a la intención y financiación de la acción (incluyendo la del Ministro de Defensa). Quizá este  hecho hizo que esta acción colectiva no tuviera un efecto más trascendente dentro de los ciudadanos. Este tipo de interpretaciones ideologizadas no solo cuestionan la participación en estos espacios sino que limitan la generación de opinión pública verdaderamente libre. Hay meta-discursos como amigo/adversario o derecha/izquierda que limitan la deliberación propia en una democracia.

Lo segundo es el grado de organización. Toda acción colectiva institucionalizada o espontánea  requiere organización con el fin de identificar a quien se desafía  y movilizar los recursos para tener éxito en ser escuchados e incidir dentro de los decisores políticos o las instituciones que lo hacen. En ese sentido la marcha no tenía un opositor a quien desafiar, a pesar de los intentos del expresidente Uribe, el Procurador Ordoñez, un sector de las fuerzas armadas en retiro y del Polo Democrático Alternativo en cabeza de Jorge Robledo que buscaron crear un opositor en el gobierno sustentado en el tema de la reelección o en el proceso mismo de los diálogos de paz. Por ello, la marcha apeló al deseo de toda la ciudadanía optando por convocar a los ciudadanos sobre la necesidad de apoyar los diálogos y darle una oportunidad a la paz; sin embargo, la ciudadanía aún no siente la paz como una demanda incuestionable y legítima a la que todos deben acogerse sino como un  juego de intereses, donde son los otros los que tienen la palabra. De ahí la necesidad del gobierno de alentar la marcha buscando legitimidad al proceso por parte de la sociedad. El gobierno no está solo en su tarea de búsqueda de la paz.

Lo tercero es la magnitud de la marcha y los repertorios de acción. Una acción colectiva se mide no en el número exacto de manifestantes (cosa difícil de cuantificar), sino en la magnitud territorial de ella. En ese sentido la marcha del nueve de abril tuvo éxito en las capitales del país, especialmente Bogotá,  al contar con apoyo de los gobernantes locales actuando coordinadamente. Sin embargo, se debe resaltar dos cosas: primero la convocatoria en la capital que resultó numerosa gracias al apoyo de la Alcaldía Mayor que brindó todas las facilidades organizacionales para que la gente saliera; segundo, la capital por ser el centro político del país siempre tendrá una magnitud mayor en su movilización ya que aquí donde pueden ser escuchadas por parte de los sectores políticos y amplificadas por los medios de comunicación. En contraste, la marcha en los municipios del país no fue masiva lo que puede demostrar la intensidad y magnitud de la marcha a nivel regional/ nacional, así como la  ausencia de un sentimiento mayor capaz de movilizar a la ciudadanía y lograr un verdadero movimiento social a favor de la paz.

Respecto a los repertorios de acción entendidos como el tipo de acciones que la gente elabora para ser escuchados o visibilizar su agravio, la marcha del nueve de abril como la de los estudiantes durante el 2011, demuestra transformaciones en ese aspecto. El uso de repertorios de acción no violento y la creación de nuevos slogans, performances teatrales, disfraces, gritos y campañas mediáticas con aliados como actores, futbolistas o cantantes demuestra la necesidad no sólo de ser creativos para tener mayor efectividad y replica nacional e internacional, sino el uso de acciones menos costosas en términos simbólicos  y organizacionales que a la vez generan mayor legitimidad dentro de las instituciones y la sociedad en general.
Por último, la marcha del nueve de abril deja interrogantes frente al proceso de paz no tanto en su legitimidad como en la necesidad de un consenso mayor respecto al proceso así como los resultados y las implicaciones de este para el sistema político colombiano. De otro lado, demuestra que el uso de acciones colectivas como la marcha no tienen color político y deben entenderse como lo que son, acciones políticas que en democracia son no solo legítimas sino necesarias.



Catalina Jimènez Jimènez
Docente Investigador
CIPE 
Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales
Universidad Externado de Colombia.

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