¿Por qué marcha usted? Era la pregunta más
común el nueve de abril y la respuesta era sorprendentemente diversa: Por las víctimas,
por la paz, por la soberanía, para apoyar el proceso de La Habana, por el poder ciudadano o en contra del
secuestro. La pluralidad de voces que
marcharon ayer nos brinda una oportunidad para estudiar la marcha sin la carga
ideológica que este tipo de acciones genera dentro de la opinión pública nacional.
Hay tres elementos que
analizar: Lo primero a destacar es la pluralidad de los participantes. El Gobierno
incluyendo sus fuerzas armadas (con
resistencias al interior), se proyectó ante la sociedad nacional y especialmente la internacional como
organizadora de la marcha; de otro lado el gobierno distrital, en cabeza del Alcalde
Mayor, Gustavo Petro quien, ante la opinión pública, se instituyó como líder de
la marcha sustentado en su plan de gobierno de inclusión y protección a la víctimas. Junto a ellos, estuvo “la
marcha patriótica”, organización que se
ha afianzado y extendido a nivel local y regional durante el tiempo de los
diálogos de paz. Si bien es liderada por Piedad Córdoba, está conformada por un
grupo de intelectuales y numerosas organizaciones de la sociedad civil antiguas
y nuevas de diversas regiones del país creadas en la defensa de demandas
distintas. No solo fueron instituciones nuevas, también estuvieron presentes sindicatos, algunos partidos políticos, un
sector de la MANE y organizaciones
barriales y ciudadanas, todas ellas con amplia experiencia en este tipo de
repertorios de acción colectiva.
Sin duda hubo pluralidad
en los participantes, pero también logró crear
una identidad. A pesar de la divergencia, pocos pueden dudar de la
cohesión que se evidenció en la calle el 9 de abril. Aun así, es innegable la
distancia ideológica de los participantes y esta llevó a acusaciones respecto a
la intención y financiación de la acción (incluyendo la del Ministro de
Defensa). Quizá este hecho hizo que esta
acción colectiva no tuviera un efecto más trascendente dentro de los
ciudadanos. Este tipo de interpretaciones ideologizadas no solo cuestionan la
participación en estos espacios sino que limitan la generación de opinión
pública verdaderamente libre. Hay meta-discursos como amigo/adversario o
derecha/izquierda que limitan la deliberación propia en una democracia.
Lo segundo es el grado
de organización. Toda acción colectiva institucionalizada o espontánea requiere organización con el fin de
identificar a quien se desafía y
movilizar los recursos para tener éxito en ser escuchados e incidir dentro de
los decisores políticos o las instituciones que lo hacen. En ese sentido la
marcha no tenía un opositor a quien desafiar, a pesar de los intentos del
expresidente Uribe, el Procurador Ordoñez, un sector de las fuerzas armadas en
retiro y del Polo Democrático Alternativo en cabeza de Jorge Robledo que
buscaron crear un opositor en el gobierno sustentado en el tema de la
reelección o en el proceso mismo de los diálogos de paz. Por ello, la marcha
apeló al deseo de toda la ciudadanía optando por convocar a los ciudadanos
sobre la necesidad de apoyar los diálogos y darle una oportunidad a la paz; sin
embargo, la ciudadanía aún no siente la paz como una demanda incuestionable y
legítima a la que todos deben acogerse sino como un juego de intereses, donde son los otros los
que tienen la palabra. De ahí la necesidad del gobierno de alentar la marcha
buscando legitimidad al proceso por parte de la sociedad. El gobierno no está
solo en su tarea de búsqueda de la paz.
Lo tercero es la
magnitud de la marcha y los repertorios de acción. Una acción colectiva se mide
no en el número exacto de manifestantes (cosa difícil de cuantificar), sino en
la magnitud territorial de ella. En ese sentido la marcha del nueve de abril
tuvo éxito en las capitales del país, especialmente Bogotá, al contar con apoyo de los gobernantes
locales actuando coordinadamente. Sin embargo, se debe resaltar dos cosas:
primero la convocatoria en la capital que resultó numerosa gracias al apoyo de
la Alcaldía Mayor que brindó todas las facilidades organizacionales para que la
gente saliera; segundo, la capital por ser el centro político del país siempre
tendrá una magnitud mayor en su movilización ya que aquí donde pueden ser
escuchadas por parte de los sectores políticos y amplificadas por los medios de
comunicación. En contraste, la marcha en los municipios del país no fue masiva
lo que puede demostrar la intensidad y magnitud de la marcha a nivel regional/
nacional, así como la ausencia de un
sentimiento mayor capaz de movilizar a la ciudadanía y lograr un verdadero
movimiento social a favor de la paz.
Respecto a los
repertorios de acción entendidos como el tipo de acciones que la gente elabora
para ser escuchados o visibilizar su agravio, la marcha del nueve de abril como
la de los estudiantes durante el 2011, demuestra transformaciones en ese aspecto.
El uso de repertorios de acción no violento y la creación de nuevos slogans,
performances teatrales, disfraces, gritos y campañas mediáticas con aliados
como actores, futbolistas o cantantes demuestra la necesidad no sólo de ser
creativos para tener mayor efectividad y replica nacional e internacional, sino
el uso de acciones menos costosas en términos simbólicos y organizacionales que a la vez generan mayor
legitimidad dentro de las instituciones y la sociedad en general.
Por último, la marcha
del nueve de abril deja interrogantes frente al proceso de paz no tanto en su
legitimidad como en la necesidad de un consenso mayor respecto al proceso así
como los resultados y las implicaciones de este para el sistema político
colombiano. De otro lado, demuestra que el uso de acciones colectivas como la
marcha no tienen color político y deben entenderse como lo que son, acciones
políticas que en democracia son no solo legítimas sino necesarias.
Catalina Jimènez Jimènez
Docente Investigador
CIPE
Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones InternacionalesUniversidad Externado de Colombia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario